Ya he aguantado suficiente. Me duele la cabeza de tanto
pensar, y hasta el cuerpo de tanto sentir. Tengo tanto miedo a tener miedo, que
realmente ya todo me consume. Pienso a veces, pero solo a veces, que la vida es
una maravilla, que no hay nada mejor que vivir. Que las decepciones no son en
vano. Que el amor siempre esta ahí, que nunca se olvida, que nunca se abandona.
Pero entonces me miro en el espejo y noto algo. Ya no me veo igual que antes.
Ya no tengo el mismo rostro, la misma mirada, simplemente mi sonrisa ya no está.
Trate de entender que era lo que estaba pasando. Pero nada me venía a la mente,
no había explicación para la semejante cosa que estaba viendo frente a mí.
Simplemente me habían destruido. No solamente jugaron conmigo, si no que ese
alimento el cual me mantenía viva se me acabo. Me quitaron el nutriente más
importante que podía tener mi cuerpo, el ingrediente más importante para vivir,
el amor. Me quitaron las ganas de seguir amando, me quitaron las ganas de poder
ver que me aman aun así, no sea verdad. Ya no puedo sufrir, porque he llegado
al límite de mis latidos. Siento tan corta la respiración, me quitaron lo único
que me mantenía a buen vivir. Qué triste es cuando notas la diferencia de
lejos. Cuando sientes que no es lo mismo y al final cuando sabes que realmente
no lo es. Al principio no lo aceptas, pero es cuestión de tiempo para darte
cuenta de que no puedes mirar hacia atrás, ni dar la vuelta, ni alargar lo que
ya no estira. No sé si escoger la mentira que estoy viviendo, o simplemente
irme en búsqueda de la última esperanza que me queda. A fin de cuentas si vivo
o muero, si cambio, o solo callo, sigue siendo mi vida.
©Derechos
de autor, Sheila Rosa Castro – 2013
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