Me
despierto a cada minuto, sintiendo que el vacío que hay a mi lado, se hace mas
ancho y mas profundo. Ya lo extraño. Lo curioso es que, ya lo empezaba a
extrañar desde mucho antes de su partida. Todo huele a él. Las sabanas, la
cama, el baño, la cocina. Todo lo que nos fue prestado para que ambos
desasiéramos el orden que había. Toda esta casa lo extraña, desde las paredes,
hasta el techo que jamás se dejo ver. Todo. Y ahora… ¿Qué voy a hacer? Sin mi
mano derecha, sin sentirlo a él en mi piel. ¿Qué hare con un olor pasajero?
¿Qué hare con mi mente que esta a su lado, mientras deja mi cabeza hueca y sin
poder? Llevo tanta tristeza en mi corazón que no se como intentar hacer mi
vida, con quien verdaderamente me pertenece. Pero no es con el con quien mi corazón
desea envejecer, es con el que me hacia perder el tiempo, y me mantenía sucia
bajo el sereno. Es con ese, el que me mantuvo oculta de los demás, mientras los
demás se alejaban de mi pensando en que ya no estaba. Es con ese, el que me
gritaba y me hacia entender que la culpa era solo mía, para luego llevarse la
gloria a su casa una vez mas. Pero todo en esta vida da vueltas. Él tiene su
gloria, y yo tengo una estadía en el infierno. Tengo mi amargura eterna, tengo
ese tonto poder que no quiero. Tengo todo, pero lo que deseo esta detrás de
otra puerta. Quisiera poder gritar a los cuatro vientos que lo amo. Pero jamás entenderían,
se llenarían la boca de palabras tontas, comentarían sin sentido, sin poder
apreciar lo que verdaderamente había en nuestros dos corazones. Ya no hare
feliz a nadie más. Me hare feliz yo, lo
hare feliz a él. Abriré esa puerta que nos separa, y se los juro, toda mi pasión,
y todo mi amor, se lo dejare caer.
©Derechos
de autor, Sheila Rosa Castro – 2012
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