¿Nombre?, ¿mi nombre? ¿A quien le importa? Y a todas
estas ¿quien eres tú? ¿Mi conciencia? Entonces si tú estuviste ahí. No
necesitas saber mi nombre. Aun no entiendo porque todos hablan de que el sexo
es lo mejor que existe, es algo tan vergonzoso. El solo pensar que estas
penetrando y te das cuenta que solo estas rosando sus muslos. Y a todo esto
agrego esta pregunta que seguramente todos los hombres como yo, se tienen que
hacer en ese momento: ¿Por qué demonios es tan difícil introducir un pene en
una vagina? Les cuento. Estaba yo, con una amiga mía, cuando de repente
empezamos a calentarnos, y ahí me sentí un como más alto de lo acostumbrado. Sentí
que quizás era un buen momento para poder pasarla bien, y decidimos acostarnos
juntos. Ella me pregunto que si quería ir a la cama con ella, entonces dije que
si. Nos quedamos alrededor de unos treinta minutos en su cama, sentados, ella a
un costado y yo al otro. Jamás me había especificado que lo que quería era
tener sexo, pero ¿como rayos lo iba yo a saber? Me sentía tan inexperto, cuando
de pronto que me brinca encima. Parecía una misma leona encima de mi pecho, me
lo mordía sin cesar, hacia ruidos extraños, como si fuese una gatita pero un
poco más fiera. Y fue ahí que me pude enterar, que era virgen. No recuerdo muy
bien, desde cuando he sido virgen. Quizás desde toda la vida, pero aun así
estaba confundido. Ella definitivamente quería sentir mi “P” en su “V”.
Perdónenme ustedes, no soy amanerado ni mucho menos, solo es que me da pena
contarles como fue que sucedió todo esto. Continuando con la historia, me sentía
tan excitado y tan nervioso a la vez, que no sabia ni como empezar a introducir
aquello que le daba placer. Todo fue horrible. Imagínense que eyacule en su
muslo, porque pensé que ya la había penetrado. Aiii ustedes discúlpenme de
verdad, no me gusta hablar de estas cosas. Ella gritaba y gritaba sin cesar
cosas muy sucias, lo cual para mi es un poco fuerte y chabacano, porque es una
mujer y no debería hablar así. Estaba roja de tanto enojo que tenia que me
dijo: “¿Pero que carajo es lo que te pasa? ¿Eres virgen o que? Ay no me digas
que eres gay porque me muero.” Lo único inteligente que pude decirle fue… “es
que estoy un poco nervioso” y ahí de momento que me sale un gas por el trasero.
Es que, ¿que más me podía salir mal a mí? En ese momento lo único que pude hacer
fue reírme con las muelas de atrás, y pensar que ella no lo había escuchado.
Esa fue la única noche en la que pude llegar atolondrado a mi casa de tanto
dolor en mi pene, gracias a una mega noche llena de sexo fenomenal. Pero no fue
así. Fue todo lo contrario. Sabrán que ella salió corriendo. Le pregunte que si
la podía llamar mas tarde, y me abofeteo. Creo que eso fue mas bien un no.
Desde ahí en adelante, mi vida ha sido de constante porquería. Mi virginidad se
ha quedado igual, pero me siento mas tranquilo. He adoptado las palabras que
con tanto esfuerzo decía mi madre. Mi virginidad será para esa persona
especial, un día de lluvia, con velas alrededor, y una linterna para poder ver
el hoyo un poco mejor. (Ríe) en realidad eso último lo agregue yo. Pero mi mama
siempre fue alguien de darse a esperar. Aunque me tuvo a los doce. En fin, si
no puedo encontrar un hoyo, quizás es que no es mi momento. Supongo que me
quedare leyendo mangas, y adoptando mi cerebro a esos juegos de video, como si
fuese mi vida familiar. De todas maneras, para mi jugar es la mejor sensación,
a tener una gran eyaculación.
©Derechos
de autor, Sheila Rosa Castro – 2012
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