Es
una día como cualquier otro, enciendo el ordenador, abro el libro y empiezo a
escribir. Me doy cuenta que el príncipe de mi cuento ya no esta. Y el malvado hombre lobo, arrasa con todos en
la aldea. Mi manzana ya ni esta podrida, ni esta envenenada, y me doy cuenta
para acabar el día, que mi suela del zapato esta rota. Ya no solo no me sirve
el zapato, si no que aun así me sirviera, no tiene suela. Escondo mi hermoso
cabello, cuando una demoniaca briza envía una pequeña llama, y me lo incendia.
Luego como tormenta de arena viene un fuerte viento, y me da una bofetada con
un polvo para dormir. Me he mantenido despierta con analgésicos, lo cual es
bien difícil de describir. ¿Porque es tan difícil un rescate en cada cuento?
Porque no solo puedo, escribir un principio y un final feliz, así les ahorraría
a todos el pesar de tener que memorizarse que el final feliz, siempre es con un
beso, sin por supuesto terminar con el “Y vivieron felices por siempre” Fin. Mi
final es algo más. De hecho, no todos mis cuentos conllevan un final. Solo
espero al momento en el que se me ocurra una idea para un buen final. Creo que
acabo de perder el hilo en mi cuento. Todo por un estúpido final. Si tan solo
pudiese coger algo de ejemplo, pero no se en que mas podría pensar. Me han
derrotado. Ni el canto al amor es de ayuda para mí. Ni la lejanía de quien me
abandona, me contempla la musa que tanto deseo. Solo me quedan los problemas
sin resolver, mientras otros ríen con sus otros cuentos. Que triste… Ya no
quedar nada de mí. Que triste… Quedarme con el issue, y olvidarme de la
respuesta. Que triste… Tener que tomar la más mínima creatividad, y escribir al
final de mi cuento, lo más que he criticado. El “Y vivieron felices por siempre”
Siempre estará a mi lado. FIN.
©Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2012
Comentarios
Publicar un comentario