He tenido momentos extraños, he
dormido en lugares distintos. He rozado camas perfumadas, y me he ido a la
mañana siguiente. Pero nada comparado con aquel día, ese si fue un día
inolvidable. Ambos nos notamos exhaustos por haber recorrido aquel maratón al
que todos le llaman “sexo crudo”. Ya saben, de ese sexo al que en la mañana
siguiente no sabes ni como paso, quien está a tu lado, ni como llegaste a tu
casa. Luego de eso, nueve meses después, ves que tu vida se arruino
completamente y tus metas se cerraron porque ya todo para ti no es igual, hay
mas prioridades, y ahora no es tu vida si no dos en juego. Pero al menos la
parte en la que arruino mi vida nueve meses después no sucedió como parece,
sucedió más bien por motivos ajenos a mi voluntad. Sucedió más bien en la época
en la que pensé, que todo era color de rosa. Como odio hablar de las relaciones
entre parejas sin obviar la parte en la cual verdaderamente tiene hechos
reales. A pocos días de poder sentirme ida, encontré lo que para mí fue un camino
a mi dulce perdición, solo que no sabía que era mi perdición en ese entonces.
¿A quién no le ha pasado? Es decir, se está triste, conoces a alguien,
comienzan a salir, “notas que son el uno para el otro”, te sientes realizado
con esa persona, hasta que decides formalizar. La palabra “formalizar” la odio
bastante, es una palabra en la cual encuentro escondido varios significados,
como lo es el encierro, el no poder tener privacidad, los celos, el a poderío,
libertad y libertinaje se juntan en esa palabra, y a su vez es ahí en donde
comienza la historia de todo humano común. Aquellos días fueron eternos
comparados con los días en los que estaba sola y sintiéndome infeliz. Nueve
meses antes de la caída final fui feliz, estuve llena de vida. Ya cuando pasaron
los nueve meses, sentí como nos fuimos desenvolviendo, nos fuimos desenredando
de todo lo que nos hacia mantener ajeno a la realidad, y pegado uno del otro. Mi vida se arruinó nueve meses después porque andaba en mi nube, y
simplemente no supe lidiar con la realidad en el momento de haber caído. Debo
lidiar con el dolor de una época desilusionante, y con la mancha de la
discordia poseída en todo mí ser. Somos dos los que pertenecemos a esto. Ambos
perdimos, aunque el gano más que yo, gano mi llanto, y mi enojo hacia él,
mientras yo gane su desprecio, su desamor y el poco sentido del humor que
rodeaba su cuerpo. Perdí mi orgullo, perdí mi talento, solo me deje ir, yo solo
me perdí.
©Derechos
de autor, Sheila Rosa Castro – 2012
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