Sé
que me lees, porque yo misma me he encargado de enviarte mis cartas. Esas
cartas que por muy pocas valen mucho. Sé que me extrañas porque yo te extraño
igual, aun así para mi no dejas de ser un extraño. Se nos hizo tarde temprano.
Este inmenso frió nos lanzo al abrazo, nos lanzo al calor que no podíamos
evitar. Que perdure lo que perdure, no me importa. Lo que me importa será la
despedida al momento de alejarnos, y saber que nuevamente te iras. Y sé que no
te vas en serio. Pero es a lo que temo. A que un día despierte y no te tenga a
mi lado. A que cuando cierre mis ojos no te vuelva a mirar. Temo a poder ser la
única palabra que brote tus labios, temo a que me ames, porque para mi es mas
difícil el amor, con sus ataduras mortales. Quisiera morir para no sentir más
esto. Quisiera morir para no tener que verte partir una vez más. Quisiera
cerrar los ojos, pero seria imperfecto. Si los cierro te encerrare en este
sueño, te haré cómplice de mi despecho, te dibujare como a un muñeco, y jamás
te podrás escapar. Pero si te encierro quedas dentro. Si te encierro no te
podrás ir jamás. Así que, ¿que escogeré? Aun no lo se. Tu felicidad, o la mía,
sin importarme la mía, escojo la felicidad de alguien mas, agarro mi daga y la
entierro en tu pecho. En ese pecho que alguna vez deje mis sueños flotar. Soy
feliz… He matado el amor que te consumía, He desprendido de ti el corazón que con
tanto esfuerzo latía, y lo he tirado al mar. No soy yo quien para dejarte
morir, Es por eso que he cocido tu pecho
con una roca dentro, para al menos tener sentimientos secos, y corazón de piedra.
Tienes que entender, que para mi es difícil tu partida, es por eso que prefiero
tener toda tu vida, a que me dejes sola, en esta amarga e injusta vida sombría.
©Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2012
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