Que
hipocresía la nuestra, más aun, que hipocresía la mía. El escribir cosas que
cualquiera piense que es fantasía. ¿Pura realidad? Aun no lo sé. Mi futuro es
incierto, y mis manos las uso como guía. Necesito guiarme a todo, al principio
y al final. Desde el punto medio me hecho a gritar, inhalo, trato de llevar
esta osadía, pero es imposible. Nadie sabe lo que he hecho, nadie sabe mi
cometido. Pero me aman como soy. Nadie se ha dado cuenta de mis confesiones a
base de mis palabras, a base de mi escrito. Pero hoy por hoy se dan cuenta solo
si se los grito. Traten de ir más lejos. Traten de llevarme a ese volcán. Pero
no me juzguen. No sin antes haber leído las dos caras de la moneda, no sin
antes haberse enterado de lo que siempre les he tratado de explicar. Ustedes
son humanos. Jamás entenderían mi punto. Ustedes se enamoran sin parar, se
nublan, se quedan incoherentes, ustedes son humanos. Qué cosa tan difícil es
poder hablar. Es por eso que mis manos, expresan lo que mi miedo a ser grande,
a ser segura no me deja expresar. Pero ahora soy yo, y ahora ustedes son nadie.
Es mi momento. Debo ser feliz, aun así el más grande de los grandes, se quiera
suicidar. Dejen al necio que sea necio, y dejen al listo que quiera saltar, de
su indecisión a la desesperación, y de la desesperación hacia el momento final.
Déjenme ser feliz, déjenme tener una oportunidad, denme esa pistola y empecemos
a jugar.
© Derechos de autor, Sheila Rosa
Castro – 2012
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