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La despedida. (Día #1)



Como dos amigos, se despiden dos sujetos al acercarse el día en que uno de ellos tiene que partir. La emoción es tanta, y las ganas de retenerse es tan inmensa, que ambos solo sonríen. El que se fue, se fue y quien se queda, solo se queda. Uno pensando en que se le acaba de ir su vida. Y otro pensando en crear su vida con quien piensa que ya no la tiene. Las puertas se cierran, el carro se enciende y se va. El corazón de uno de ellos ya no bombea más. El único aliento inalcanzable queda dentro de la persona que se fue. La vida de uno de ellos termina dentro de la otra. Siendo uno solo, porque a fin de cuentas siempre así fue. Ambos contaran historias de cómo se sienten y hasta donde han llegado. Ambos sentirán que cada anécdota los quiere matar. Ambos sufrirán con la distancia, y lloraran con la tristeza. Ambos tendrán que batallar. Uno con la soledad inmensa, y el otro con la carga que deberá llevar. La despedida… Esa palabra que por mucho dura poco, y por poco hace que dure mucho. Esas ganas inmensas de querer agarrar las manos de quien no quieres dejar ir. Esas ganas horribles de encontrar la fuerza, para no decir un “adiós” si no un “hasta luego”. La tristeza… Esa palabra que se queda en tu cuerpo, mientras la despedida se va y te deja amarga y sucia. Esa palabra que hace que no mires a nadie más, que no hables con nadie más hasta que esa persona que quieres vuelva. Aquí estaré, cuatro meses describiendo como el corazón se va fortaleciendo. Aquí estaré, pensando en cómo estaré mañana, pensando en cómo él estará. Aquí estaré, en el mismo lugar en donde fui abandonada. En el mismo lugar en donde solo me queda esperar. Tendré que sacar las fuerzas de donde jamás la tuve. Tendré que ver como la felicidad es reprimida, y reemplazada por el tonto recuerdo, y la tonta imaginación de lo que piensas que está sucediendo. Tendré que estar a ciegas mientras quien ve por mí no está. Y cuando quien ve por mi cierre esos ojos, abriré mi retaguardia, empezare a gritar, dejando quien soy, dejando quien quise ser, para luego morir a sus pies. De mi depende salir hacia adelante, de mi depende entender el porqué, y el cómo, ignorando el cuándo, y construyendo un donde. Cualquiera que sea la razón. Cualquiera que sea la excusa. Seguiré en el mismo lugar. Esperando el día que esa dulce piel, me vuelva a rozar.
                                 
                                      © Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2012

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