(Al teléfono,
con su mejor amiga.)
Misterioso es el
caso en el que me encuentro. Si si… Ya sabes, de esos casos en los que no sabes
si gritar o correr mientras lloras. Te digo, es que no se como más aguantar
esta situación. Si yo misma pudiese sentir otra cosa, pero no. Solo siento lo
mismo desde que ese día llego. No puedo hablar de algo distinto, siempre hablo
de lo mismo, pienso en lo mismo, hasta parpadeo y siento que sueño con lo
mismo. Es como si por obligación esto tuviera que pasar. Es como cuando sientes
que todos te juzgan en cantidades grandes de personas, y la presión de grupo te
comienza a comer. El
sueño me arrebata la posibilidad de querer tener más… Poder aplicarme menos, y
poder sentir a medias esto que siento. Ponerme
sus zapatos, y pretender que puedo sentir lo que el siente por medio de la
distancia. Eso es lo que quiero. No quiero estar frente a una pared parada todo
el tiempo. No quiero estar en la plaza pública con un sombrero de asno. NO.
Quiero solo ponerme sus zapatos. Ponérmelos y sentirme más que cenicienta.
Poder decir que mire de arriba hacia abajo, y que de abajo hacia arriba no es
la misma perspectiva que solía ser. ¡NO! Ya estoy cansada de que me digan que
hacer. Tengo edad para estar en estos pies, y mucho más para estar en los
suyos. Tengo derecho a pensar en que es lo que quiero. Tengo derecho a vivir
como vive el. ¿Pero es que no me estas entendiendo? Fue mi salvador, quien me
puso un anillo en el dedo, prometiéndome amor eterno y no… No lo cumplió. Desde
entonces he visto la muerte con otros ojos. Desde entonces lo he visitado en
cada rincón, desde el día en que me reconoció. Desde entonces… Sigo visitando
con esperanza hueca y pobre, el burdel donde el me recogió.
©Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2012
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