Ese
sentido de pertenencia que te abarca tanto en la piel como en cosas materiales,
es lo que hace fallar como pareja, como persona, como individuo. Ese sentido de
pertenencia es lo que poco a poco nos separara del pedestal que en algún momento
quisieras estar. Siento mucho tener que decir que no existe pedestal alguno, si
deja de existir la pertenencia en la que te ahogas a diario. No hay sentido del
tacto, si no hay placer. No hay olfato si no hay fragancias a tu merced. Ya no habrá
sentido de pertenencia alguna que este en tu poder. Ya no habrán momentos en
los cuales se pelee por algo insignificante, para luego darse cuenta que a la
hora de la verdad las cosas nuestras, se quedan nuestras. No hay que apurarnos,
mi actitud pasa de sincera a hipócrita en un dos por tres. Dejare que sueñes
con eso que te atormenta mientras me rio a tus espaldas. Ya sabes, de lo que más
temes y jamás te atreves a hablar. Dejare de hablar, mientras quedas con tu posesión
estúpida de objetos desanimados y pocos realistas para tu diario vivir,
mientras otro más se toma la brillante idea de tener un acuerdo prenupcial. ¿Por
qué nadie me hablo sobre el desempeño matrimonial? ¿Por qué nadie me hablo
sobre la pertenencia no colectiva? ¿Por qué nadie nunca habla sobre la
felicidad? ¿Y porque, nadie habla sobre las charlas preventivas? Quiero que lo mío
sea tuyo y lo tuyo del vecino. Si. Por que a estas alturas ya lo tuyo no me
importa, ni me tendrá que importar. Quédate con tus cosas, se mediocre, se imbécil,
se ignorante, quédate con esa ignorancia matrimonial.
© Derechos de autor,
Sheila Rosa Castro – 2012
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