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Vicio prohibido, entre días y horas.



Los finales felices me aterran. Quizás porque al momento de llegar al tope de la montaña, te caes con solo tropezar. Llegue a ser ilusa, sin embargo soy más realista que los demás. No les interesaría saber mi nombre, porque ciertamente aun no sé si merezca llevar algo que me diferencie de los demás. Para serles honesta, no encuentro de qué tema les podría hablar. Mucho menos se llevar un tema desde su clímax hasta su desenlace. Pero aquí estoy, lista para contarles porque nadie sabe lo que tiene, hasta que… abriré mis libros empolvados y llenos de recuerdos absurdos en lo que mi mente se encarga de desechar lo que no quiere almacenar. Llevo solo dos hombres en mi vida, quienes de un momento a otro cruzaron de ser fieles amantes, a prohibidos al tocar. Sin embargo, uno de ellos estuvo en mis brazos, sin mencionar que yo estuve en los suyos. Tanto así que nos consumíamos todas las veces necesarias. Uno estuvo primero que otro. Sin embargo al final no contaba quien estuviera antes de quien, si no quien sabía mantenerse más tiempo en el mismo lugar. Entregue mi vida a un hombre que al final, termino siendo un hijo de la gran… Sin embargo, indecisa en mi caminar, intente obtener nuevas barreras que me hicieran mirar un poco mas allá. Persuasiva, bruta y eficaz me arrime en la primera rama rota que encontraba. Con un profundo mar debajo de mis pies, y yo, con ganas de caer, me lanzaba a ese abismo aun así no me quisiera matar. Pero allí estaba, seca, y mis pies, más secos aun. Me trague aquellas palabras que repetía a ciencia cierta, sin entender lo que los demás decían, sin entenderse ellos. Notaba como todos podían precisar por donde iba a caminar, antes de yo dar la pisada. Me habían engañado, y todos sabían menos yo. En realidad no me engañaron, en realidad me engañé yo.
No existiría sufrimiento si no existiría la decepción, la desilusión. Son dos armas blancas ante un cuerpo vulnerable. No hace falta querer morir, si ya estás muerto por dentro. El egoísmo me consume con todo su poder. Esta no es la vida que quería para mí, pero es la vida que escogí gracias a su cuerpo. La obsesión se hizo gratificante al momento de querer tener más, al momento de ver que todo resultaba como antes. No se ira, no puede irse. Si se va me iría detrás de sus pasos, aun así no me quiera cerca de su sombra. Entre cuatro paredes blancas, sin ventanas cuento los pasos hacia esa jugada final. Y, ¿a que estamos jugando? Ya me canse de gritar, me canse de ser yo quien se envuelva entre las sabanas, apriete su cuello y se deje tirar. Asfixie, siento asfixie, mi garganta me aprieta, mis ojos se nublan, mi destino se corrompe mi… mi cuerpo deja de temblar. No aguanto más esa incertidumbre. No aguanto más esta espera. No aguanto más las ganas de querer llorar. Pero es imposible, porque un alma de segunda mano esta libre, mientras la primera y más importante se lo trata de robar. No me importara, de hecho ya no me importa. Mi orgullo no me dejara ser la amante de un cualquiera siendo yo la cualquiera ante los demás. Me iré detrás de la pared, mientras atolondrada, e ignorada, nadie me escucha gritar. Escondo mi llanto. Saco la mejor sonrisa que jamás pude haber tenido. Guiño un ojo. Y halo del gatillo.
              
              © Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2012



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