Les comunico. Ya los caminos se han encontrado, uno al otro ha dejado el orgullo atrás.
Al fin hemos hecho contacto. No hay riesgo que impida que el camino se habrá
aun mas. No hay torpeza que haga a cada uno tropezar. Estamos libres. Somos
libres. Que la timidez me abarque, no importa, aun así dejare mi huella atrás,
dejare lo que soy, para ser alguien nuevo. Declaro ese día como único, declaro
ese día como el día de la hipocresía vestida de blanco. Declaro este vestido,
como uno más del montón. Declaro estos zapatos como unos cualquiera. Declaro
este ramo, como uno sin color. Declaro este día, como el día de los muertos.
Declaro este día, como el día de la bipolaridad, la felicidad incompleta, el
sufrimiento volátil. Declaro estas horas, como crecimiento personal, como
crecimiento colectivo. Sonrisas incompletas, forcejeo fenomenal, estancias en
las brizas, y el calor del mar. Me han capturado. Me han domado, y me encanta.
Me han echado la soga al cuello y me han hecho caer. Colgando de lo único que
me hacía pensar sobre todo, cierro los ojos y empiezo a gritar. Si, acepto.
Acepto no porque me quede de otra, si no porque si muero sería conveniente
tener un testigo cerca el día del desenlace. Acepto a ponerme esos trapos que
ambos llevaremos, solo por verte conmigo cada día de mi vida. Acepto llevar ese
ramo sin color, sin sentido. Acepto tener el vestido de hipocresía no me
importa. Acepto tener un anillo en mi debo aun así, muestre mi esclavitud. Y lo
más importante, te acepto a ti como individuo, como humano cualquiera, para que
me atormentes, para que me dejes caer en mis pesadillas. Te acepto a ti, para
que seas el hombre de mi vida pero, solo si te arrodillas y besas el piso por
donde caminas. Así se que dejaras una marca, en cada paso del camino, así se que
por más que nos perderemos tus labios nos sabrán guiar. Odio el matrimonio, y
te odio a ti por haberme convencido. Mas me odio yo, por haberme prohibido ser
feliz por mi cuenta. Pero no me importa, porque después del sí, tendremos todo
de vuelta. A oscuras me quedo, con la linterna en el rostro, contándoles esta
historia de horror, el momento de mi logro, la asesina de blanco, con su muerto
hecho polvo.
© Derechos de autor, Sheila
Rosa Castro – 2012
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