Ir al contenido principal

Auto defensa.



Por unos segundos me olvido de quien soy, dándome cuenta de donde estoy. En ninguna parte. No hay paredes, no hay un cielo, no hay un suelo, no hay gente. He optado por pensar que todos se han ido. Pero no. En realidad jamás existieron. O quizás soy yo quien se ha desaparecido. He manejado un autocontrol en mí, pero me ha fallado. No tengo autocontrol, solo me queda la autodefensa. El huir mientras está el problema en pleno auge, es mi condición. El hablar de más, y creerme el cuento de algo que no existe, ese el problema. No me queda nada más que huir una vez más. Sin remordimientos, sin alas que cortar. Siento algo de confusión, entre tantos momentos confusos, que ni recuerdo cual de todos fue el que me confundió. Lo que sé es que, ya no sé. Y tengo miedo a no seguir sabiendo. Tengo miedo a no poder seguir viviendo. Qué difícil es sentir miedo a sentir. Y es que, no hay nada más terrible, que querer decir algo, y no saber cómo. Luego notas que solo tenías que buscar la palabra correcta en el momento correcto. Tantas veces que las palabras se sitúan en la punta de la lengua. Pero esta vez, la palabra estaba llena de obstáculos, llena de rejas. Me encontraba en la cárcel que yo misma había creado. Me encontraba haciendo mi gran personaje, ya sabes, ese personaje el cual había hecho realidad. Cree una historia, y me metí en ella. Constaba solo de una página, sin principio, sin final. Con marcas de tinta en sus bordes, y en cada tope de las íes como si fuese un punto estaba un corazón. Trataba de hacer realidad lo que escribía, pero era imposible poder morir y vivir más de una vez al día. Era imposible adaptarme a cada luna llena. Era imposible sentir el llanto dentro de mis venas, y aun así lo sintiera, nadie podrá vivir lo que escribo, porque nadie ha podido creer que de mi provienen, la mitad de las cosas que por ti yo vivo.
               © Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2012

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor a Distancia

Sintiendo que poco a poco nos vamos conociendo más, mi memoria se llena de tus recuerdos, de tu nombre. Y es tu nombre quien me hace sonreír, te reflejas en mi espejo, mas cuanto me encanta que te reflejes en el mi bello Narciso. Tan bello como el amor que siento por ti, tan rudo como las situaciones que a diario frecuentamos, pero nos amamos, nos adoramos. Tan clara que esta el agua, y puedo llegar a ver tu vida pasar por 10 inmensos segundos, los cuales me dejas sentir lo imposible que sería vivir sin el anhelo  de tenerte aquí. Vive, vive amor mío, sonríe, y vive, que por ti es por quien amare toda mi vida. Corre, corre como si jamás hubieras corrido, como un niño cuando aprende a caminar, explora como nunca antes jamás. Mi cielo, mi terciopelo, eres mi todo y a la misma vez eres mi nada, te siento tan cerca, pero la lejanía me agarra con su malvada garra. Lejos estas, y no me queda nada más que solo tu recuerdo, que solo un papel con el reflejo de lo que en algún momento fuiste.

La muerte de mi abuela.

Me encontraba en mi casa, acostada en el suelo y encima de una sábana lista para dormir. Cuando de repente empecé a llorar sin consuelo alguno. Me acordaba de cuando me dijeron que tenía cáncer. Me acordaba de cuando empecé a sentir cada estrago de esa enfermedad. Me sentía sin aire, sin esperanzas. Sentía miedo de dejar a los míos, o de que los míos se olvidaran de mí. Me esperance por segundos y me dije: ¡Tú puedes más que eso! Luego recordé, que era el ejemplo de mis hijos, y me propuse luchar hasta que el tiempo decidiera que hacer conmigo. Lloraba tanto y tanto, que peleaba con quien estuviese a mi lado. Me negaba a aceptar que en algún momento partiría de aquí. Estuve horas tirada en el suelo sin pensar en nada, salvo por el pensamiento de en qué rayos podía pensar. Me quede dormida de tan cansada que me dejo la lucha con mis sentimientos. Y cuando desperté todo había pasado. Me levante confundida, desorientada. Me prepare algo de comer y al mínimo segundo de haber terminado, mi

Enojo

Enojo: Sentimiento en el cual, envuelve el cuerpo de una persona, haciéndola sentir con una fuerza interior, incontrolable, en el cual debes expulsarlo antes de que explote. Me pregunto qué he hecho mal, me pregunto qué hago mal cuanto intento no enojarme, cuando intento llevar la fiesta en paz. Trato de entender muchas cosas dentro de una misma situación. Quisiera ver mas allá de tus ojos, pero es imposible. Noto que aun así uno queriendo estar tranquilo nunca lo podemos estar. Ya no sé. Ya no entiendo que pasa aquí y ahora, ni entiendo que mas debe pasar. Así, como un día puedes estar feliz, al final de ese mismo día llega el enojo... ¡nada puede ser lindo! ya entiendo porque una parte de mí, me decía que la felicidad no existe...