Siento
que necesito de esa droga, es como una obligación que tengo por ti, por lo que
haces, si me dejara llevar por cada cosa que dices, tendría una sobredosis
mortal. Si no tomara en cuenta lo que él me dice, me iría contigo una vez más.
Pero no, no puedo. Necesito darme una oportunidad, necesito darme el beneficio
de la duda. Las letras se pierden en mis ojos. Me pregunto si vale la pena
seguir pensando en ti. De todos modos, al escucharte se me salen las lagrimas,
al pensarte se me derrumba la vista, como cuando tomas anís. Ya han pasado días
de aquel reencuentro, y mi cuerpo se está acostumbrando a otra piel, a su piel
para ser exacta, al sudor eterno del otro cuerpo, al gemido desafinado, de
quien dice querer. El no es como tú. Es otra droga diferente, es otro laberinto
de enredos que me tiene dentro de la incógnita, para siempre. No. No debo
comparar uno con otro, no es mi deber elegir, no es mi deber estar entre un
bando, no es mi deber hacer que Troya arda una vez más. Seguiré con este camino
hacia la muerte lenta y segura, seguiré hacia este risco eterno, sin saber
hacia donde iré a parar.
© Derechos de autor, Sheila Rosa
Castro – 2011
Comentarios
Publicar un comentario