Llevo días aquí, masturbando mis pensamientos,
pensando en si volverá o no. En si se quedara en su batalla, y me alejara de la
nuestra, haciéndola suya solamente, haciéndome entender que hay que estar ajeno
a todo, ajeno a la situación. He intentado llorar, pero es tanto el llanto que
no se decide a salir como rio que crece y crece, si no que se aguanta como una
piedra en medio de un estanque antes de caer en la cascada. Mi pecho no aguanta
más su amor, el deseo me arrebata las
ganas de ver su alma. Es que es tanto el deseo que siento en él, y el amor que
siente por ella, que tiene mis venas echa leña y mis manos hechas lana. Tantas
veces que estuve en ese balcón, tantas noches a su lado, y hoy divido el amor
con el deber de verlo abandonado. Y aun así no es abandono lo que he hecho, si
no lo que él ha hecho en mi. De hecho, el nunca me ha abandonado, mucho menos
me ha dejado ir. Sencillamente escribo por ambos, pero más escribo por mí, por
estos sentimientos que me atormentan, por las ganas locas que tengo de verlo,
de pelearle, de querer ver como se defiende ante mí. He mentido, no es una bitácora
de un militar, es una bitácora de una actriz desesperada esperando por su
militar a que la venga a buscar.
© Derechos de autor, Sheila Rosa
Castro – 2011
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