Tan
insensible que es el hombre. Tan “fuerte” que se hace ante una mujer. Tan prepotentes
que dicen ser, y cada cual sufre de la misma enfermedad. No hay hombre que
pueda ser cruel ante una mujer fuerte, no hay hombre que pueda ser libre ante
un cuerpo desnudo. Cuando se decide despertar aquello que con ansias, quiere
explorar, notas que el hambre se apodera de ellos, el canibalismo se enciende
como fuego en un caldero, y el miembro viril aparece entre las ramas de aquel huerto.
Si por hablar bonito me pagaran, pero es difícil poder hablar bonito de un
hombre. Es difícil poder ver, más allá del amor carnal que se tienen dos
personas, a media noche, desnudos, besándose, tocándose, y al final irse, sin decirse
algo más. No dudo que él me haya amado, de hecho, lo repetía tantas veces que
ya sonaba desafinado ante mis oídos. No dudo que haya querido casarse conmigo.
No dudo que haya querido tener un hijo, y que fuese yo la parte materna. De lo
que dudo es de su desempeño como compañero, de su capacidad como padre, de su
responsabilidad como pareja, como humano, como HOMBRE. Si. No todos pueden
llamarse así. No todos tienen la dicha, de llamarse de esa manera. Algunos se
llaman Pedro, José, Gabriel, Carlos. Ya saben, típicos nombres para sustituir la
cobardía. Lo peor de todo, ¿saben que es? Que una mujer fuerte, y decidida, suele
acabar con la vida de aquel hombre que alguna vez fue más “fuerte” que tu.
Cuando el amor toca a su puerta, las piernas se desbalancean, el cuerpo se
estremece, los ojos se vuelven agua, la vida es color de rosa y… Si… Es bonito
estar enamorado. Pero un hombre… Un hombre, jamás lo está. No al menos cuando
uno se ve débil, cuando somos frías, cuando tenemos fuerza, ahí, ahí es cuando
ven más allá de lo que deberían mirar.
© Derechos de autor, Sheila Rosa
Castro – 2011
Comentarios
Publicar un comentario