Aquí estoy, tratando de curar la apuñalada en mi corazón,
tratando de quitarme ese amargo dolor. Con mi pecho hecho moho, con mis venas
hechas leña, y mis manos en metal. Ya no siento, ya no quiero sentir, no quiero
tener nada que ver con el verbo existir. Si existieses sería más fácil, pero la
existencia es inminente ante el llanto, las gotas, la lluvia, y aquel colibrí.
Si existir fuese lo único que me mantiene. Si mantenerme fuese lo único que
necesite para existir. Si mi necesidad fuese la existencia misma, mantendría a
mi corazón lejos, antes de que empiece a sufrir. Pero eso es imposible. Lo es
para ti, lo es para mí. Aun retrocedamos el tiempo, y lleguemos a ese momento,
nada cambiaria, yo me moriría, y aun así dejaría de existir. Ya no es en mí en
quien me preocupo, ya no es en mí en quien suelo pensar. Solo pienso en los
sentimientos que deje al borde de aquel muro, en el que tú ni yo pasamos, en el
que tú y yo jamás pensamos pasar. No entiendo, no lo comprendo, porque después de
tanto regresas con la mente tan abierta. Confundes mi cerebro, confundes todo
lo que toco, todo lo que digo. No me hace falta tenerte cerca una vez más, ya
no siento tener que tenerte, ya no siento tener que verte, ya no quiero tener
que pensar que soy tuya, aun así mi mente piense lo contrario, y mi subconsciente
se canse de gritar.
© Derechos de autor, Sheila Rosa
Castro – 2011
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