Hay que dejarlo ir. Eso es lo que repito cada uno de mis días desde la última vez en que fui tratada con cariño por sus tiernas manos. Deseo tanto estar con él, que prefiero verlo irse. He encontrado algo en mi camino, pensando que jamás encontraría nada semejante a eso. Pero es aun mejor que lo que ya tuve alguna vez en mi poder. Me refugio en mis lamentos, en mis miedos, y siento que no soy capaz de poder cuidar aquella cosa que se topo en mi camino. Pero es un nuevo comienzo, un nuevo amanecer, para mí y para quien este a mi lado. Tanto luchar nadando, para luego morirme en la orilla. Pero aun así, me rescataron, a punto de que mi alma pasara a mejor vida. A punto de que mi cuerpo cambiara su temperatura, ahí llego una vez mas lo que pensé que jamás volvería a mi vida. Lo más triste de todo esto es, que cuando noto mi felicidad, noto que estoy cerca de por fin dedicarme a lo nuevo, ser completamente suya, ahí vuelve lo que una vez fue mío. Pidiendo explicaciones, pidiendo un trozo de lo que por derecho ya no le corresponde. Me deje abrumar por días, meses, y hasta años, pero eso cambio, no lo dejaba ir, porque somos humanos, y tendemos a dar el beneficio de la duda más de una vez. Decimos que esta vez será la última, y cuando nos ocurre, queremos otra oportunidad más. No pude seguir así, no podía hacérselo a él y mucho menos a mí. Ambos merecemos encontrar nuestro camino, aun no he encontrado el mío. Pero encontré algo que hará que mi camino se vea claramente al pasar el tiempo. He llorado noche tras noche, por un amor que jamás pudo demostrarme lo que ahora suelo ver estando con la piedra que encontré en aquel camino.
© Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2011
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