Se avecina como viento frio hacia la ventana un nuevo amor, que trae consigo veneno… Veneno que deja a uno sediento, con sabor a más. Con delirio eterno, no es un amor cualquiera… Es enfermizo, esquizofrénico y loco. Lleno de dudas e intrigas, manejando un puñado de lamentos. Trasiego infernal que se envuelve en el corazón como si fuese un lecho de rosas… Pide vida eterna, Recibe muerte súbita. Reencarnando en una gran flor, tan delicada y pura, marchitándose al momento, desvaneciendo su dulce aroma, el viento se queda con un poco mientras la briza se lleva el resto. Purificándose con su agua más bendita, ahí está el, el deseo de todas. Mi perdición, mi lamento. Siento como si ese pecado se adueñara de mi cuerpo, mientras recibo castigos infernales desde el más allá. Teniendo una sentencia permanente, estoy mal, y aun así no me importa. Me siento exhausta, mi cuerpo no aguanta más tanto castigo. Una voz a lo lejos me dice: si no estás bien es porque no quieres, si estas jodida es porque te dejas joder... no tienes fuerza de voluntad ni un poquito, eres cobarde y lo sabes... entonces, ¿qué harás? ¿Te quedaras ahí sin luchar por milésima vez? o ¿iras al cien por lo que verdaderamente quieres? Entonces al fin lo comprendí, jamás dejaría de ser suya, aun así me fuera lejos, jamás lo dejaría. Deje de ser yo para ser el. Lloro dándome cuenta de que la flor marchita soy yo. Soy quien lleva un puñado de lamentos en su bolsillo. Me miro al espejo, y no me reconozco, una vez más mi reflejo se ha equivocado. Mostrándome a alguien que no soy. Dejándose llevar por una simple apariencia, me veo fuerte. Pero aun así siento que soy frágil. Me convierto en mi peor pesadilla, en lo más que temo. Siento que no tengo más dolor, ya he sufrido suficiente. He decidido marcharme, irme lejos. He decidido, por una milésima vez quedarme sin luchar, y ahogarme en mis lamentos.
© Derechos de autor, Sheila Rosa Castro – 2011
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