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Muñeca de trapo


Y ahí estaba, en el camino, tan desconocido como una persona a la que no conozco, tanto miedo tengo a ver lo que hay mas allá de lo impropio. Mi familia no sabe que soy diferente a ellos, diferente  a los demás. Desconozco lo que es vivir a largo plazo, con esperanzas, siento que morir es imposible, cuando estas lleno de vida, pero y cuando no... Jamás pediría morir, a menos que así lo decida alguien de más alto rango que yo, ya sabes, de esos que deciden por uno. A los que hay que bajar la cabeza para poder mostrar un respeto, y que diablos sabe el si muestro respeto o no?, y si cuando me agacho suelo hacer muecas y nadie me observa?, eso sí sería una manera de vivir, y sobre todo de reír a espaldas de ellos. Desearía que en algún momento se fijaran en mi, en si me porto bien o no. Piensan que mi comportamiento es impecable, porque sencillamente no suelen hacerme compañía, que triste, ¿no? Con mis muñecas juego todo el día, pero y ¿qué me dan ellas a mi?, felicidad, entretenimiento claro. Quisiera ser una muñeca, con la que pudiesen jugar, a la que pudiesen darle el té todas las tardes, tener una mirada encima desinteresada todo el día, Y poder ver cómo me acarician. No soy una soñadora, soy alguien realista, pero dentro de ese realismo me gusta imaginar que al menos puedo tocar algo sin tener que dañarlo, pues mis manos andan poseídas desde hace años, y mi piel ya no es la misma. Mi nombre no tiene caso decirlo, pues creo que debería ser la parte femenina de pinocho cuando quiso ser niño, solo que esta vez, quiero que mi corazón deje de palpitar, que mi piel se vuelva clara y suave, que mi cara tenga un hermoso rostro y por fin ser una muñeca sin jamás volver a soñar.




© Derechos de autor, Sheila Rosa Castro - 2011


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