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La reina dentro de una plebeya

(Una campesina la cual siente asco por ella misma, mirándose al espejo, susurraba y se contaba a si misma lo que había sucedido en ese momento, cuando se dio cuenta quien verdaderamente era ella.)

Una vez, solo una vez, quisiera mirarme al espejo y sentir que soy bonita, me miro y no encuentro  la forma en la cual puedo verme hermosa, o al menos deseosa para alguien más. Un día cuando caminaba por el sendero, me fije en un hombre, era tan galán, tan bello, pero y ¿cómo se fijaría en mi? imposible de responder. Sus ojos azules hacían que mi corazón latiera fuertemente y me fuera en este viaje profundo de pasión infernal. Pero me di cuenta que era de la realeza, alguien tan hermoso, tan capaz, no podría venir de otro lugar. Aun así lo observo todas las tardes, en las que siento como es, en las que voy sintiendo que lo conozco aun mas. Luego de eso, me arme de valor y dije: le hablare, ¡tengo que conocerlo!. Esa tarde cuando iba caminando en el bosque me lo encontré de frente, me quede tan tiesa, tan ida, no supe que decir. Sin embargo, no tuve que abrir la boca para poder conocerlo, pues él se presento, dijo su nombre, de donde venia, y me pidió que me quitara la capucha para así poder ver mi rostro y saber a quien se dirigía. En ese momento no quise, pero y ¿qué pensaría él? tan fea, tan llena de harapos, solo pensé en el corriendo a buscar un ejército para ir por mi cabeza pensando que soy un monstro o algo así. Pero no fue así, insistía, insistía cada vez más. ¿Cómo denegarle algo a ese joven tan guapo?, pero los deseos no me ganaron, no podía mostrarle esta cara. Decidí marcharme dándole una excusa la cual fue muy válida para poder salvarme de lo que me enfrentaba, cuando me volteo para irme, un fuerte viento pelea en contra mía y me hala la capucha, así descubriendo mi rostro a plena luz del día, frente a él. En ese momento les confieso, estaba muerta en vida, mis manos frías, al igual que todo mi cuerpo, muda, sin poder respirar, tan solo repitiéndome lo mismo en mi mente cada segundo: El es un príncipe, y yo una esclava real, el es guapo, y yo soy horrible, el... el solo es el, yo... yo soy como muchas otras. Pensando que me miraría por encima de los hombros, decidí marcharme, pero él lo impidió, dijo que había sido la mujer más hermosa que había conocido en su vida. Que jamás había visto tanta hermosura en los ojos de alguien más, que mi rostro era tan suave, tan claro como agua cristalina. Y les juro que no les miento, el vio mas allá de lo que yo veía en mi. El vio la verdadera belleza dentro de un cuerpo despreciable, el vio una reina dentro de una plebeya.

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