Más allá del horizonte, están los secretos más profundos de cada uno de nosotros. Un poco antes de la línea final, de la caminata eterna. Sedientos de amor, nos arrastramos en el fango, sucio e infectado. Una mirada tan transparente como el agua surge de lo más oscuro que puede haber, te guía con la luz proveniente de su centro, te envuelve y te hipnotiza. Ese calor tan maldito, que hace que mi cuerpo gotee agua por todo su trayecto. Un vapor inmenso hace que el respirar conflija con mis destrezas para sobrevivir, pero gusta, atrae. Es algo orgásmico lo que hace que guste, esa sensación de cuando sientes que estas terminando, que ya ves que tus sentidos se activan, enfocas tu mirada hacia la luz infinita, hacia ese túnel oscuro. El cuerpo se enciende como estufa averiada, que solo da calor y más calor. Te hidratas con lo poco que tienes en tu boca. El último suspiro ya está cerca, tu último aliento. Pero con ese mismo último aliento quieres hablar, y solo se te ocurre decir que deseas más. Deseas alimentarte de por vida, aun así ya no sientas que la tengas. Por último la escena final, el desenlace, la culminación de esa escena tan agotadora. El beso final, el abrazo eterno. Dándote cuenta que se ha esfumado, que se ha ido, dándote cuenta que solo ha sido un amor
de verano.
© Derechos de autor, Sheila Rosa Castro - 2011
de verano.
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