Llegas, una noche cansada a tu casa, con olor a perfume barato entre tu ropa y tu piel, sueles darte un baño cada vez que llegas, pero esta vez estas tan ida, tan cansada, que decides mejor posponer el momento del baño para luego. Esperas la llamada de tu amado, como si fuese tan necesario, comparándolo más o menos con la necesidad de comer. Te desvistes, te paras frente al espejo y te dices a ti misma: que tiene ella, que no tenga yo? realmente caes tan bajo como para preguntarte eso, y hasta hacer de ti misma una duda gigantesca, estas con alguien el cual te ama, pero no basta, porque no es a quien amas tu. Decides creerte el cuento de que nadie merece amar y ser amada más que tu, pero sin embargo optas por el camino de tres, el camino por el cual en algún momento todos pasamos. La dignidad se nos va, y hasta la forma por la cual tu mismo te miras ya es otra, entre tanto y tanto ajetreo por conseguir tu mitad, recurres a querer estar en todas partes, decides salir con todos, besar a todos, estar con todos, sin darte cuenta que todos están cansados de lo mismo, de que seas tan insignificante y sin valor por ti misma ni por los demás. Una vez más, estás sola, estas con quien menos quieres estar, con tu botella de vino en mano, con una misma cansada compañía llamada soledad, pero sobre todo, con el mismo olor a perfume barato con la que aquella noche dejaste a la duda entrar.
© Derechos de autor, Sheila Rosa Castro - 2011
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